martes, 1 de septiembre de 2009

sobre el dolor...

(...) Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capa­cidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos en­seña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa se­gún sus necesidades.
La primera es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refu­gio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiem­po y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conoci­miento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor: pasando por la primera puerta.
La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son dema­siado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, mu­chos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que «el tiempo todo lo cura» es falso. El tiempo cura la mayo­ría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.
La tercera es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.
La última puerta es la de la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado.
(...)
Patrick Rothfuss. El nombre del viento

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